Estoy en un instituto de Enseñanza Secundaria de la Región de Murcia acompañando a alguien muy importante para mí. De hecho he empezado a escribir este post sentado en un banco, bajo un sol de justicia y con un calor asfixiante. Miro a mí alrededor y veo que no estoy sólo. A mi derecha observo una pareja apurando los minutos que faltan para presentarse frente al tribunal y realizar su ejercicio de oposición. Un poco más allá observo a una familia que espera mientras su hijo está dentro encerrado en un aula preparando su exposición delante del tribunal.
Me doy una vuelta por los pasillos del instituto y contemplo como los miembros de los tribunales examinan con detalle la actuación de los opositores y me llama la atención que las ventanas están abiertas de par en par, que se pasen los abanicos de unos a otros y que incluso profesores aspirantes a una plaza de funcionario tenga que traerse sus propios ventiladores para poder realizar el ejercicio práctico en unas mínimas condiciones.
Seguro que mientras escribo esto alguna de las “cabezas pensantes” de la Consejería de Educación, Ciencia e Investigación que se han encargado de planificar esta oposición, esta sentado en su confortable despacho de la Avenida de La Fama con el aire acondicionado puesto. Mientras tanto, centenares de miembros de tribunal, opositores y sus acompañantes tienen que esperar cada día en unas condiciones inhumanas.
Seguiremos esperando como llevamos haciendo desde las 8 de la mañana a que nos toque realizar la segunda parte de la prueba de oposición. Aquí en los pasillos del instituto se palpa la tensión acumulada durante todo el proceso de estudio. Las caras de los opositores y acompañantes lo dicen todo. Esperemos que haya suerte para todos, esperemos que los políticos de la Consejería tomen nota.